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domingo, 25 de diciembre de 2016

Capitalismo: ¿Noche de paz?




Tras la infografía de mi compañero Alberto Jiménez (yo, Jesús Nácher) me gustaría agregar una breve reflexión sobre la paz ¿Es posible la paz? Hay una visión que yo creo que es dominante en nuestra sociedad: la guerra es una consecuencia de la naturaleza humana. La militarización es necesaria como defensa.

Por su parte Manfred Max-Neef cree que una de las necesidades humanas es la protección, y un pseudo-satisfactor a esta necesidad son las armas nucleares. Quedémonos con la primera parte, el ser humano necesita protección. En esto supongo que habrá pocas discrepancias, convendréis conmigo en que sería fácil encontrar fundamentos para esta sentencia en la biología y la genética, pero no será necesario, es una verdad intuitiva, que todos sentimos evidente, y que podemos constatar todos los días con nuestra experiencia. Pero ¿protección de qué o de quién? Cabría pensar que en los albores del ser humano lo que este buscaría es protección del entorno, de la naturaleza. Para ello el ser humano se agruparía en comunidades, en lugar de hacer como los osos, que viven aisladamente. En la comunidad buscaría la colaboración de otros seres humanos en la caza, la recolección, la fabricación de herramientas, la búsqueda de abrigo, el cuidado de los hijos. Esta estrategia de cooperación habría sido un éxito y nos habría permitido cumplir la sentencia bíblica "creced y multiplicaos".

La cooperación del ser humano daría lugar a diversas culturas, y en todas las que están en nuestra tradición cultural, que es la que ha conquistado el mundo, eliminando a todas las demás, la violencia estaría presente. Poco importa ya que algunas culturas "atrasadas" sean particularmente pacíficas, y si bien el origen de la violencia en la antigüedad o la edad media puede ser de gran interés, en cuanto a que algunos elementos pueden haber sido extrapolados a nuestra cultura, dejaremos esto a un lado para fijarnos en los elementos esenciales que a nuestro juicio cronifican la violencia en la actualidad.

Llama la atención que el sistema socio-económico en el que vivimos fue construido sobre la violencia, el llamado imperio del algodón, que permitió la acumulación de capital en Europa mediante la explotación del trabajo esclavo en las colonias y países periféricos del sistema. A lo largo de toda esa época (desde finales del siglo XV hasta finales del siglo XIX) se van creando los estados-nación. Antiguamente, aunque ahora nos parezca extraño, las naciones no eran otra cosa que los territorios de un Rey, aunque ellos fueran tremendamente diversos y sin nada en común. La emergencia del capitalismo permitió la centralización del poder, y la erosión del poder de la nobleza terrateniente que había dominado la Edad Media. En la Edad Media los nobles tenían la obligación de prestar apoyo militar al Rey, pero en la práctica gozaban de una gran autonomía, hasta que con la llegada de la Edad Moderna y el capitalismo mercantil su poder fue reduciéndose de forma paulatina hasta desaparecer.

La centralización se produjo de forma paralela a la unificación de los mercados: unificación de moneda, legislación, justicia (con la creación de juzgados dependientes del poder central) y eliminación de las barreras a la entrada de productos de otras regiones. Se creó una burocracia estatal que se comunicaba en la lengua de la corte. Con el transcurrir del tiempo, a lo largo de varios siglos en un proceso lento pero sin tregua, la nación terminó identificándose con un territorio de cultura y memoria histórica común, generalmente con una lengua común. Había nacido una comunidad ficticia, la nación, en la que volcaríamos nuestro anhelo de pertenencia y cooperación. La cooperación que en la tribu o la parroquia se daba de forma natural por la solidaridad que se creaba por el simple estar y hacer conjunto sería sustituida por la adhesión a esta nueva entidad abstracta.

El problema de toda comunidad, real o ficticia, es que incluye a los que pertenecen a ella y por tanto excluye al resto. Este problema sería menor sino fuese por otro de los elementos que definen nuestro sistema socio-económico, santificado por la disciplina que en el siglo XIX se conoció como economía política, y que a finales del siglo XIX pasó a denominarse Economía a secas, para aprovechar el prestigio que comenzó a tener todo lo que se definiese como científico; este principio es la competencia. Cooperamos dentro de organizaciones, clubes deportivos, empresas o estados, pero estas organizaciones deben competir entre si. La competencia es el mecanismo que permite el óptimo social, según la Economía, aunque por el camino se pierda de vista que la cooperación, aunque sea mediante cierta disciplina y coacción, es el mecanismo que predomina y se fomenta en las organizaciones, y no la competencia.

La competencia dentro de una comunidad queda contenida por las reglas de esta, que por el bien común impone unos límites que no se pueden sobrepasar. La competencia entre comunidades, o entre personas de comunidades distintas, es la guerra. La famosa frase de Frederic Bastiat "cuando las mercancías no crucen las fronteras, lo harán los ejércitos", es, a la vista de lo que acabamos de exponer, una falacia formulada por uno de los imbéciles más sobrevalorados de la historia ¿Qué importa que sea la mercancía o el ejército el que destruya tu comunidad? El hecho de mayor transcendencia es que es destruida. Estableciendo un paralelismo con la lucha de algunos mamíferos por las hembras de su especie, realmente que te quiten a tu mujer de forma violenta o por perder un civilizado partido de criquet ¿es importante? La competencia, a través del criquet, o cualquier otro elemento simbólico, puede mantenerse dentro de unos márgenes pacíficos en el seno de una comunidad, que establece compensaciones para los perdedores si lo que hay en juego es importante. Si el que te quita a tu mujer es el otro, no sometido a unas reglas y autoridad común, la posibilidad  de conflicto violento aumenta exponencialmente.

Nuestra civilización ha intentado alcanzar la paz eliminando el estado-nación, al que se ve un reducto del provincianismo atrasado frente a la razón del universalismo globalizador, y evidentemente ha fracasado. No han comprendido que los vínculos, las tradiciones, costumbres, comunidades, lejos de ser provincianas son la sociedad a la medida del hombre, a una escala humana (aunque posiblemente el estado-nación no represente esto fielmente, pero es el sucedáneo que tenemos mientras construimos algo mejor). Son por tanto naturales. Todo parece indicar que sería mucho más inteligente intentar transitar la segunda vía, limitar la competencia y potenciar la cooperación entre comunidades. Esto no se ha intentado, pues nos domina el fetiche de la mercancía. La mercancía no debe cruzar la frontera sin un fuerte consenso para ello, en caso contrario es posible que muchas personas salgan dañadas, y terminen formando ejércitos.

La violencia es sistémica, de poco vale ser pacifista si apoyas un sistema violento, Hoy, tenemos la opción, remota, es cierto, de construir un sistema basado en la cooperación y no en la competencia. Tenemos la obligación de entender cómo puede esto llevarse a la práctica y ponernos manos a la obra.

domingo, 18 de diciembre de 2016

El odio de clase presente en los medios y la política

¿Se imagina varios artículos en los principales periódicos de tirada estatal como El País o El Mundo describiendo a los habitantes de los barrios populares de Madrid como Carabanchel o Vallecas como "seres infrahumanos" o "parásitos" a los que hay incluso que "esterilizar para que no se propaguen como las ratas"? Todas ellas son expresiones que la prensa de mayor tirada en Reino Unido utilizó durante meses para describir a los denominados "chavs", un equivalente británico a lo que en España se conoce como "canis"; los habitantes del más bajo estrato social, clase trabajadora, que habitan en los barrios más pobres del Estado.

Ha sucedido - y sigue sucediendo de vez en cuando - en Reino Unido. Esporádicamente la prensa británica publica oleadas de noticias estrambóticas con casos extremos para inculcar a las clases medias lo que los periodistas consideran "necesario", desmontar los restos del Estado del Bienestar y retirar todo tipo de ayudas sociales a los desempleados de larga duración.

En el libro "Chavs", el periodista Owen Jones compara el trato que los medios masivos de prensa han dado a los diferentes casos de desaparición de niñas que se dieron en la Gran Bretaña entre 2007 y 2008. Uno de ellos fue el de Madeleine McCann, la famosísima niña que desapareció en el Algarve portugués cuando sus padres la dejaron sola en una habitación mientras disfrutaban de sus vacaciones en un lujoso residencial. El otro es el de Shannon Matthews, una niña cuya madre había tenido seis hijos más, con cinco hombres diferentes, y residía con su padrastro en uno de los barrios más pobres al norte del país.

En los primeros quince días, el caso McCann abrió todos los telediarios británicos y fue portada en toda la prensa nacional, se escribieron 1.148 historias relacionadas con lo sucedido en el Algarve, e incluso se llegaron a ofrecer 2,6 millones de libras como recompensa por devolverla a su padre. Las estrellas como J.K. Rowling e incluso algunos de los medios de prensa más importantes a nivel mundial como News of the World trabajaron duro para promocionar el caso y conseguir darle visibilidad, incluso las mayores multinacionales británicas abrieron espacios destacados en sus páginas web para ayudar a encontrar a Madeleine.

Shannon Mathew no resultó tan importante para los británicos. De hecho, tal como expresa Owen Jones, si nos limitamos al valor económico, la vida de la niña era cincuenta veces menos valiosa que la de Madeleine, ya que apenas se ofrecieron 25.500 libras por ella.

Pero, ¿por qué esa diferencia en la atención mediática? ¿Es una excepción? No lo parece, incluso en España lo hemos vivido muy recientemente, con la desaparición de Diana Quer, la hija de un importantísimo y millonario gallego que ha abierto telediarios y portadas de prensa en el Estado, al mismo tiempo que padres y madres de otros niños han denunciado públicamente que a los suyos no se les prestaba la misma atención estando igual de desaparecidos.

ODIO DE CLASE


Cuando se supo que los padres de Madeleine habían abandonado a su hija pequeña dejándola sola en una habitación mientras se iban de fiesta, la prensa británica no tardó en defender a los padres. La popular periodista Allison Pearson declaró "los padres de McCann no fueron negligentes, no podemos juzgarlos porque ellos ya se juzgarán el resto de sus vidas". Entretanto, nada más conocerse la desaparición de la niña pobre, Shannon, la propia Pearson apenas se refirió al suceso en un artículo donde destacaba "Shannon Matthews ya era una víctima de una situación doméstica caótica, causada por los padres a sus hijos inocentes, mucho antes de que desapareciera". El resto de los periodistas no fueron más indulgentes con la madre de Shannon, de ella se escribieron auténticas atrocidades desde que apareció por primera vez ante los medios para reclamar la búsqueda de su hija, como que iba sin maquillar y aparentaba mucho más que 32 años, o como que no vestía a la moda, lo que demostraba, según ellos, lo mala madre que era.

Los periodistas se empeñaron en destacar constantemente cómo el barrio de Shannon estaba repleto de personas miserables, sucias, borrachos y drogadictos capaces de hacer cualquier cosa que uno pueda imaginarse, por lo que presentaban ante las clases medias británicas la desaparición de la niña como una consecuencia lógica y natural.

Tiempo después la investigación policial demostró que todo el secuestro de Shannon Matthews había sido una trama organizada por su propia madre. En realidad su progenitora fingió todo el secuestro con el fin de obtener el dinero del rescate y aliviar así su situación financiera. Además, la policía detuvo al padrastro, acusado de estar en posesión de pornografía infantil. Aquello abrió la veda para que la prensa británica se lanzase, ya sin ningún disimulo, a la yugular de todos los "chavs", los vecinos de la niña; esos mismos que aún siendo desempleados de larga duración se habían gastado dinero de su bolsillo para financiar campañas de pegada de carteles, autobuses e incluso encuentros con barrios de otras ciudades con el objeto último de encontrar sana y salva a Shannon Matthews.
Mientras la prensa se obcecaba en resaltar cómo los McCann "son como nosotros" |1|, ponía el mismo esfuerzo en destacar cómo el barrio de Shannon "es un lugar tan exótico y miserable como Kandahar o Tombuctú. Esa no es la Gran Bretaña de las clases medias, porque estamos tan lejos de esa pobreza como de lo que ocurre en Afganistán" |2|.

Los mismos políticos que cuando se supo de la desaparición de Madeleine habían acudido al parlamento con cintas amarillas en señal de preocupación no dudaron en arremeter contra las clases bajas tan pronto saltó a la luz el escándalo del secuestro ficcionado. Lo mismo a derecha e izquierda, desde laboristas a conservadores. En marzo de 2008, John Ward, un concejal conservador de Kent, proclamó en un debate televisado que "hay cada vez más razones para esterilizar forzosamente a los que tengan un segundo o hijo, o más, mientras cobran prestaciones sociales". Numerosos lectores acudieron en masa a la prensa para apoyar la visión conservadora, e incluso ironizaban con comentarios del tipo "seguro que los progres no apoyan esa medida porque dependen de los chavs para ser electos".

Entretanto la prensa de tirada masiva siguió adoctrinando a las clases medias británicas en el odio hacia las clases bajas, con artículos como el que la muy pudiente Carole Malone publicó en News of the World el 7 de diciembre de 2008: "Esa gente - la de los barrios humildes - nunca ha tenido un empleo ni lo ha querido, esperan que el Estado les pague todos los hijos ilegítimos que tengan, por no hablar de su alcoholismo, adicciones y tabaquismo. Sus casan son pocilgas, cagadas de perro en el suelo y alfombras pútridas, pilas de ropa y de platos sucios por todas partes".

Owen Jones hace una magnífica reflexión al respecto, "imaginen que Carole Malone hubiera hablado así de judíos o negros. Se habría elevado el más enérgico grito de protesta, y con razón. La carrera de Malone habría terminado y el Sun estaría enfrentándose a medidas legales por publicar material que incita al odio."

Apenas un artículo de Joe Mott en el Daily Star quedó ahogado como un grito en el desierto en mitad de toda la propaganda adoctrinadora publicada por los "profesionales del periodismo" británico. En él Mott lamentaba cómo "se está desarrollando en este país una tendencia alarmante a arremeter contra los menos privilegiados".

Años después, incluso el presidente del Sindicato Nacional de Periodistas, Jeremy Dear, hizo una autocrítica sobre aquellos sucesos. "Como ocurre siempre, se tomó un poquito de verdad y se extrapoló para llamar la atención, exagerando todo para crear una histeria más rentable para los medios".

El caso de Shannon Matthews no fue una anécdota. En noviembre de 2008, cuando se supo que un niño pequeño al que se conoció por "Baby P" había muerto en Londres a causa de sucesivas palizas y golpes fuertes de su madre y su compañero, la prensa volvió a destacar cómo los hijos de los "chavs" son el fruto de "diferentes padres" |3|, en lugar de denunciar la falta de recursos y la problemática de las agencias locales de protección al menor. La nueva oleada de crítica destructiva e implacable contra las clases bajas se extendió a principios del 2009, con periodistas compitiendo para encontrar la historia más extrema y salvaje entre los "chavs", llegando incluso a publicar varios reportajes en los que se acusó falsamente a Alfie Patten, un niño de trece años, de haber tenido un hijo.

PASTOREANDO LA OPINIÓN PÚBLICA


El periodista Johann Hari destacó cómo "se buscan casos extremos para destacarlos como la norma entre las clases populares. Gente con diez hijos que no ha trabajado nunca o delincuentes habituales son presentados como lo típico en un barrio humilde, en lugar de como una minoría del mismo".
Fue entonces cuando David Cameron aprovechó para sacar una buena propina electoral con estas publicaciones, declarando "hay que acabar con el todo es gratis; si alguien no acepta una oferta de trabajo adecuada, perderá sus prestaciones sociales".

¿Les suena de algo? ¿No recuerdan ese tipo de declaraciones a la prensa masiva española publicando lo vagos que son los andaluces, el PER, y cómo es mejor tener un trabajo, aunque sea un minijob mal pagado, que estar desempleado?

AL MARGEN DE LA REALIDAD SOCIAL, FUERA DE LAS CALLES


El periodista Kevin Maguire no tiene ninguna duda de que el origen y la trayectorio vital de los propios periodistas tienen mucho que ver con el enfoque hacia determinados tipos de perfiles personales o clases sociales. "No te identificarás, compadecerás ni entenderás a la gente de barrios pobres si no has nacido y te has criado con ellos, si no han sido amigos tuyos en el colegio, el instituto y la universidad. Puede que solo te cruces con ellos cuando te sirven un café o te limpian la casa". Johann Hari cuenta una anécdota curiosa, de cuando preguntaba a compañeros de profesión cuál creían que era el salario medio británico, y más o menos recibía respuestas que lo situaban algo por debajo del real, hasta que un día preguntó a un redactor jefe que le respondió tranquilamente 80.000 libras, siendo la media 21.000.

El propio presidente del Sindicato de Periodistas tiene claro que cada vez habrá más distancia entre los periodistas y las clases trabajadoras, pues al afrontar los gastos y tiempo de obtener un título universitario, sumado a las tasas crecientes y la pérdida progresiva de poder adquisitivo, al final "los únicos que pueden afrontar ese reto son los que tienen un buen apoyo económico detrás, aquellos cuyos padres puedan ayudarles, lo que significa que la condición de entrar en el periodismo ha cambiado radicalmente a otras épocas".

Las noticias de los medios de prensa han ido abandonando acontecimientos relacionados con el mundo laboral conforme los sindicatos han perdido influencia y protagonismo en la sociedad, a ello hay que sumar el enfoque cada vez más macroeconómico y a gran escala que surgió en la prensa con la globalización, así los medios acaban siendo un espacio para la clase media, y los casos extremos que suceden en barrios humildes son presentados como escándalos representativos de cuál es la vida ordinaria en esos sitios.

Los propios políticos que emiten juicios de valor y presentan propuestas concretas al estilo de las de David Cameron son otro buen ejemplo de la ruptura con la realidad cotidiana; no hace falta buscar mucho en la prensa para encontrar casos de políticos que literalmente no sabían ni sacar un billete de metro o autobús, porque llevaban décadas rodeados de asesores y otro tipo de "sirvientes". ¿Acaso este tipo de políticos representan a la clase media española? ¿Son un ejemplo de cómo es un ciudadano de clase media, o incluso de clase alta en España?

EL ORIGEN DE LA MISERIA


En el caso que atañe al libro de Owen Jones, el barrio de Dewsbury Moor, donde Karen Matthews fingió la desaparición de su hija para obtener la recompensa, está en el top 10 de los más privados en bienestar y pobreza infantil. Si el objetivo del laborista Aneurin Bevan después de la II Guerra Mundial fue establecer un programa público de construcción de viviendas sociales para que las clases medias pudieran convivir con las bajas en los mismos barrios, aquello se fue desmoronando cuando Margaret Thatcher accedió al poder en la década de 1980 e impulsó un programa extremo de liberalismo. Antes de aquella revolución conservadora, dos de cada cinco personas de clase media residían en barrios típicos de viviendas de protección oficial, en los datos de 2008 apenas son uno de cada diez, y de ellos la mitad son inquilinos de asociaciones y cooperativas de vivienda |4|. Los sucesivos gobiernos laboristas - teórica izquierda - fueron fieles al dogma conservador y redujeron progresivamente la inversión en vivienda pública, concediendo así a los más pobres las pocas viviendas que se iban otorgando. A esto hay que añadir cómo en cuanto una persona tiene opción de comprar una vivienda más cara se muda de su barrio y vende la vivienda a una persona aún más pobre.

La desindustrialización masiva y la correspondiente deslocalización empresarial iniciada en la revolución conservadora thatcheriana dejó un erial de empleo en Reino Unido, donde en 1979 más de 7 millones de personas trabajaban en la industria en 2008 apenas eran 2,83 millones, la tendencia sigue bajando.

Las políticas de "reconversión industrial" thatcherianas fueron copiadas y aplicadas con la misma firmeza en prácticamente todos los países desarrollados del planeta, como por ejemplo en España, y también con administraciones no conservadoras sino socialdemócratas.

En la misma calle donde residía la delincuente Karen Matthews hoy día puede asistirse al lamentable escenario de naves industriales en ruinas, completamente abandonadas, donde los niños pequeños van a pasar el rato, donde hace apenas tres décadas todo el barrio trabajaba. Los padres y abuelos de Karen trabajaron en esas mismas empresas. Ella no.

El Gobierno de Reino Unido impulsó un ambicioso plan a finales de 2008, en pleno estallido de la crisis mundial, para poner a trabajar a 3,5 millones de desempleados que vivían de prestaciones sociales. El plan se echó abajo tan pronto los estudios demostraron que apenas habría trabajo para colocar a medio millón de personas.

CASTIGO MERECIDO


Ronald Reagan sentó dogma protestante con su "hay gente que elige ser pobre". En su tiempo aquella frase no representaba el sentir mayoritario popular, hoy día sí. En 1986 el 19% de los británicos pensaba que la pobreza se debía a la vagancia o la falta de voluntad, en 2005 ya eran el 27% |5|. Este cambio de percepción social se ha producido en una etapa donde la desigualdad se ha disparado y no para de aumentar, tal como se muestra en el coeficiente Gini - relación de desigualdad de ingresos - que en 1979 en Reino Unido era de 26 y en 2008 ya estaba en 39. Al menospreciar, criminalizar y difamar a las clases bajas se justifica la desigualdad, la propia sociedad acaba asumiendo que la desigualdad es incluso positiva y necesaria.

PROTESTANTISMO Y DARWINISMO SOCIAL


El capitalismo surgido en Reino Unido está íntimamente ligado a su modus vivendi, su concepción del sentido de la vida, que es protestante y darwinista social. Los teólogos británicos del siglo XVII ya protestaban por "la caridad errónea e indiscriminada concedida a pobres que son la verdadera escoria, mugre y sabandijas de la comunidad" |6|.





|1| India Knight, "Every mother`s nightmare", The Times, 6 de mayo 2007.
|2| Melanie Reid, "Shannon Matthews is the new face of poverty", The Times, 17 de marzo 2008.
|3| Bruce Anderson, Sunday Telegraph
|4| John Harris, "Safe as houses", Guardian, 30 de septiembre 2008.
|5| Alison Park et alii, eds., British Social Altitudes: The 24th Report, Londres. 2008. p. 242.
|6| Withney Richard David Jones, The Tree of Commonwealth 1450-1793, Londres, 2000. p 136.

lunes, 12 de diciembre de 2016

El dinero como droga: una reflexión desde el séptimo arte

Los economistas, más preocupados en justificar la realidad que en interpretarla, han pasado por alto los hechos fundamentales en cuanto a la naturaleza del dinero. Uno de ellos se nos recuerda ahora desde el arte y la cultura popular: el dinero es una droga. Este hecho tiene consecuencias significativas desde el punto de vista de las políticas económicas y monetarias.





Los economistas, historiadores y antropólogos, continúan discutiendo sobre el origen y la naturaleza del dinero ¿Qué es para el ser humano el dinero? ¿Qué efectos tiene sobre nosotros? Algunos argumentarán que el ser humano es racional, y que la predisposición de una persona cualquiera a tener dinero dependerá de la utilidad que tenga para ella el gastar ese dinero y consumir una unidad adicional de un bien determinado. Respecto al salario, quizás algunos argumenten que las personas tendemos a trabajar más o menos según la utilidad que le damos al ocio en relación con ganar un poco más de dinero. Ninguno de estos teóricos parece haberse percatado de la historia de Jordan Beltfort, un agente de valores, es decir, un broker, cuya biografía fue llevada al cine por Martin Scorsese en largometraje El lobo de Wall Street. Y es que el Sr. Beltfort, interpretado en la gran pantalla por Leonardo DiCaprio, sabría muy bien qué contestar a la pregunta ¿qué es el dinero? Una droga.

Fijémonos en algunos detalles de la película que ilustran la relación de los personajes con el vil metal, y el efecto que este tiene sobre ellos.

Antes de llegar a triunfar Jordan es un joven ambicioso que encuentra trabajo en Wall Street, todavía sin tener la licencia para ejercer como agente de valores. Allí recibirá su primera lección del principal ejecutivo de la compañía donde trabaja: el trabajo de agente de valores consiste en ganar dinero, para ello hay que hacer transacciones, comprar y vender acciones, con cada transacción el broker gana dinero, da igual que la transacción sea buena o mala, da igual si los clientes ganan o pierden dinero, el cliente no importa, sólo importa ganar dinero. No crean nada, no construyen nada, el dinero simplemente pasa del bolsillo del cliente al suyo.

Así será como Jordan se haga rico, trabajando con lo que llaman acciones de a centavo, compañías inexistentes, lo que hoy en día se llaman start-ups, que buscan financiación en el mercado alternativo de valores para proyectos rocambolescos. Estas compañías ofrecen una suculenta comisión para los brokers, del 50%. A partir de que Jordan descubra este mercado su trabajo consistirá en engañar a pequeños trabajadores con sueños de grandeza que quieren hacerse ricos invirtiendo en bolsa. Su trabajo no es muy distinto al de un timador, que se aprovecha de la avaricia y maldad de la gente, como en el famoso timo de la estampita, para engañarles. No existen reparos morales, no importan los efectos colaterales, engañar a alguien, todo vale para conseguir la siguiente dosis en sus abultadas cuentas corrientes. No hay límite a la cantidad de ceros a la derecha que pueden figurar en una cuenta corriente.

Posteriormente Jordan extenderá el negocio de las acciones de a centavo a los grandes ahorradores, para ello contratará a viejos conocidos, perdedores sin estudios que malviven pasando de un trabajo de mierda (como los definiese el gran David Graeber) a otro. No importa que se trate de gente sin talento, sin inteligencia, se harán ricos gracias a las enseñanzas de su mentor. Jordan les explica como vender, cual es la narrativa que deben emplear para aprovecharse de la avaricia de la gente. En una escena de la película, les da una lección práctica de como conseguir una transacción, mientras habla por teléfono con un cliente tratando de convencerle de que adquiera un cierto número de acciones de una compañía de a centavo. Mientras habla, rodeado por todos sus empleados, hace gestos simulando una relación sexual, como si alguien le realizase una felación, o practicase sexo anal, por supuesto en el lado activo. El dinero pasa de un bolsillo a otro, generalmente al bolsillo del macho alfa, el que domina. El dinero es símbolo de dominación, y Jordan muestra a sus subalternos como él domina a su cliente, entre las risas divertidas de todos ellos.

Conseguir dinero lleva a los agentes de valores a un estado de euforia, pero conseguir una transacción no es fácil, deben tener los cinco sentidos en ello, una tarea agotadora que van realizando con la ayuda de la motivación y de las sustancias estupefacientes. Cuando Jordan era un aprendiz le enseñan una especie de ritual que remite a la imagen (que no la realidad) del ser humano pre-civilizado, unos golpes de pecho mientras se emiten sonidos guturales rítmicos muestran el poder del individuo, dispuesto a la batalla y enseñando a sus rivales su determinación. El hombre es un lobo para el hombre, según la narrativa que se crean los protagonistas de esta película. El macho alfa gana y domina, el dinero va del bolsillo del débil al del fuerte, y en consecuencia el dinero es un símbolo del poder del individuo, no es raro entonces que su adquisición nos lleve a un estado de euforia similar al que se siente tras derrotar a un enemigo o alcanzar un orgasmo.

La vida de Jordan pasa a depender de las drogas, es preciso alcanzar un estado de euforia para poder vender acciones, o para mantener el rendimiento intelectual después de largas jornadas de trabajo, o después de la última juerga que nos hemos pegado tras el subidón que nos dio finalizar con éxito una transacción que nos aporta jugosas comisiones. El coctel de drogas estimulantes diario incluye quaaludes, adderall y cocaína.


Para contrarrestar los efectos de estas drogas y poder dormir usarán marihuana, sanax y morfina. La vida discurre entre estados de euforia y de relajación, subidones y bajones, e inyecciones de penicilina preventivas para evitar el contagio de una enfermedad de transmisión sexual.

El sexo se convierte también en un elemento central de la vida de nuestros brokers. Ya al comienzo de su andadura por Wall Street a Jordan le recomiendan la masturbación al menos dos veces al día. El sexo cumple varias funciones en la vida del agente de valores, en primer lugar la relajación de la excitación alcanzada por las operaciones realizadas con éxito o por las sustancias excitantes del sistema nervioso central que se han ingerido; la relajación se consigue mediante el orgasmo. Por otro lado el sexo representa la culminación de su ideal de dominio y éxito, follán más porque son mejores y son machos alfa, y su éxito social queda constatado por su actividad sexual. A más dinero más relaciones, a más relaciones más éxito, da igual que se trate de prostitutas.

¿Y las mujeres? Hablamos de machos alfa por cuanto la compulsión sexual, la euforia y el afán de dominación son comportamientos asociados a lo masculino, sin embargo las brokers femeninas, claramente minoritarias, siguen el mismo patrón de comportamiento. Cabe recordar en este punto las palabras de Erich Fromm, cuando hablaba de que nuestra sociedad tendía a la identidad de hombres y mujeres y no tanto a la igualdad; lo narrado en esta película parece darle la razón.

Una arenga dirigida a sus empleados, en un momento clave de la película, en el que se encargan de la Oferta Pública de Valores (OPV) de una compañía seria, el fabricante de calzado Steve Madden Ltd, nos muestra la perversa relación que establecen entre el dinero, el éxito y el dominio, incluido el sexual. La justificación del dominio incluye la criminalización del fracasado, culpable de sus desgracias por ser un pusilánime o por tener reparos morales. Esta es la transcripción del monólogo:

Quiero dedicar un momento a explicar porque Steve está... porque parece un puto zumbado. Es porque este hombre, es un genio creativo, su habilidad, el don que tiene Steve va más allá de las tendencias actuales del calzado, el poder de Steve es que él crea tendencia ¿lo entendéis? Los artistas como Steve aparecen una vez cada década y me refiero a Giorgio Armani, Gianni Versace, Coco Chanel, Yves Saint Laurent. Steve ven aquí un momento. No creo que os deis cuenta de que Steve Madden es el hombre que más triunfa en la industria del calzado femenino con gigantescos pedidos en todos los grandes almacenes de norteamérica ahora mismo. Y está aquí en nuestra oficina. Deberíamos dar gracias por tener a este hombre aquí. Deberíamos ponernos de rodillas ahora mismo dispuestos a hacerle una mamada. Eh, así ¿vale?, quiero chupártela Steve. Todos te la chuparán. Es nuestro billete dorado a la puta fábrica de chocolate. Y quiero conocer al puto Willy Wonka ¿vale? Quiero estar con los putos Umpa Lumpas así. Umpa, lumpa, umpaniiiiu. Ahora sal del puto estrado, lárgate. Está bien, quiero que os concentréis un segundo ¿Veis esas cajitas negras? Se llaman teléfonos y voy a contaros un secreto sobre ellos, no se marcarán solos ¿vale? Sin vosotros, son trozos de plástico inútiles, como un M-16 sin un marine entrenado para apretar el gatillo, y en el caso del teléfono, depende de cada uno de vosotros, mis entrenados estratonitas, mis asesinos, mis asesinos que no aceptan un no por respuesta, mis putos guerreros, que no colgarán el teléfono hasta que su cliente compre o mueeeraaaaaa (ovación, gritos de sí, sí, sí, se golpea el micro contra la cabeza, enseña los dientes). Os diré una cosa, no hay nobleza en la pobreza, he sido un hombre rico y he sido un hombre pobre y prefiero ser rico todas las veces (aplausos, gritos, síííií). Porque siendo rico, cuando tengo que enfrentarme a mis problemas voy sentado en una limusina, llevo un traje de 2.000 dólares, y un reloj de 40.000 putos dólares (lo lanza al auditorio) ¡Venga chicos, luchad por él! Y si alguien de aquí cree que eso es “superficial” o “materialista” que busque trabajo en un puto MacDonalds porque ese, joder, es su sitio. Pero antes de abandonar esta sala llena de vencedores, quiero que miréis bien a la persona que tenéis a vuestro lado, porque en un futuro no muy lejano os parareis en un semáforo en vuestro viejo coche desvencijado, y esa persona aparecerá justo a vuestro lado, en su flamante Porsche, sentado junto a una preciosa mujer y sus voluptuosas tetas ¿y a quién tendréis vosotros al lado? A una asquerosa vaca con barba de tres días que lleva un vestido barato apretujada en un coche cargado de productos en oferta del puto super ¡eso es lo que tendréis sentado al lado! Así que escuchadme y escuchadme bien ¿tenéis la tarjeta en números rojos? Bien, descolgad el teléfono y marcad ¿Están a punto de desahuciaros? Bien ¡descolgad el teléfono y marcad! ¿vuestras novias os consideran unos pringaos de mierda? ¡Bien, descolgad el teléfono y marcad! ¡Quiero que solucionéis vuestros problemas, haciéndoos ricos! (gritos, aplausos, sííííí) Lo único que tenéis que hacer es coger el teléfono y repetir las palabras que os he enseñado, y os haré más ricos que el director general más poderoso de los Estados Unidos de América (gritos, síííí, ¡eso es, joder!) Quiero que salgáis ahí fuera, y quiero que les metáis a vuestros clientes las acciones de Steve Madden por la boca, hasta que se atraganten ¡Hasta que se atraganten y compren al menos cien mil acciones! Eso es lo que quiero (gritos, júbilo, sííííí) ¡Sed feroces! ¡Sed despiadados! ¡Sed unos putos terroristas telefónicos! (más gritos) ¡Ahora vamos a batear esta puta bola fuera del campo! ¡Venga! (comienzan a llamar).

En realidad el 85% de las acciones eran ya propiedad de Jordan Beltfort y de su socio Donnie, algo ilegal, y que les reporta ganancias de 22 millones de dólares en tres horas, pero que también provoca que comiencen a ser perseguidos por la justicia.

La vida se convierte en un desfase permanente, lleno de situaciones surrealistas que se nos van contando con gran sentido del humor. El día comienza colocándose, para poder ponerse en marcha, y termina relajándose con una sustancia de efecto contrario. Entre el momento inicial y final será normal arengar, emocionarse, gritar, mantener relaciones sexuales en cualquier lugar, incluso en la oficina, pelearse, desesperarse, etc. La oficina se convierte en un manicomio, un festival de codicia, cocaína, testosterona y fluidos corporales. Esta rutina fractura las relaciones con aquellos que no practican los mismos hábitos, y la vida personal al margen del trabajo se convierte en un desastre. Cada mañana Jordan debe dedicar los primeros momentos del día a intentar hacer las paces con su mujer, generalmente con éxito limitado. Los conflictos, enfados y gritos se convierten en la tónica habitual.

A pesar de ello, el poder adictivo del dinero es más fuerte que las molestias y desórdenes que pueda ocasionar un estilo de vida tan extremo. Ni siquiera cuando a Jordan se le ofrece archivar la investigación policial que se ha abierto contra él a cambio de que cese su actividad en su empresa como agente de valores este cederá. En un principio su asesor legal y su padre logran convencerle para que abandone, ya tiene más dinero del que puede gastar en toda su vida ¿por qué seguir? El argumento racional es irrefutable y Jordan acepta retirarse, pero durante el discurso de despedida ante sus empleados alcanza un estado de euforia que finalmente le hace cambiar de idea, trasladándose la euforia a todo el auditorio. Es curioso que durante esta arenga retoma las consideraciones morales, recordando los problemas que tenían sus empleados, a punto de ser desahuciados siendo responsables de un hijo, y como enderezaron su vida gracias a la oportunidad que él les dio de trabajar en el mercado de valores. Curioso por cuanto ahora esas personas visten de Armani y conducen un Mercedes, pero ese bienestar se ha alcanzado a costa de los ahorros de otras personas, algunas de las cuales pueden estar en ese momento a punto de ser desahuciadas.

El síndrome de abstinencia triunfa sobre la voluntad de nuestro protagonista y contra todo criterio razonable continúa ejerciendo en el mercado de valores, lo que terminará por costarle su segundo matrimonio, la relación con sus hijos y una pena de prisión. A pesar de todo ello, Jordan se lo toma con filosofía: “sigue siendo rico en un mundo en el que todo se puede comprar”, piensa. Curioso pensamiento cuando le ha llevado a prisión un agente del FBI al que él precisamente intento comprar. Quizás habría que coincidir con Jordan Belfort que casi todo se puede comprar, pero lamentablemente para él lo que queda fuera del conjunto de lo comprable son quizás las cosas más importantes: valores y dignidad de otras personas, por ejemplo, que le terminan llevando a la cárcel.

En resumen, el dinero proporciona una sensación de dominio a la que uno se acostumbra de forma inmediata, convirtiéndose rápidamente en adicto. Nunca es suficiente. En palabras del protagonista:

Pero de todas las drogas que existen bajo el cielo azul hay una que es de verdad mi favorita. Si tienes una buena cantidad de esto te vuelves invencible, capaz de conquistar el mundo y de destripar a tus enemigos. Y no me estoy refiriendo a esto (acaba de esnifar cocaína), me refiero a esto (muestra un billete de cien dólares). El dinero no solo te compra una vida mejor, mejor comida, mejores coches, mejores coñitos, también te convierte en mejor persona, puedes donarlo generosamente a la iglesia o al partido político que quieras, incluso hasta puedes salvar al puto búho moteado.

Pero como toda droga puede destrozar tu vida, al convertirse en el vector que guía todas tus decisiones y tu comportamiento, y así ocurre con Jordan Belfort, aunque él mismo no lo reconozca ni siquiera tras pasar una temporada entre rejas y perder el contacto diario con sus hijos.

Si el dinero es una droga, la pregunta inmediata que surge es ¿qué consecuencias tiene esto desde el punto de la teoría económica? Esta pregunta requiere una reflexión tranquila y prolongada que todavía no he realizado por completo, invito a los lectores a que realicen sus aportaciones, por mi parte dejaré una breve pincelada.

Si el dinero es una droga no hay límite a la cantidad que se puede acumular, independientemente de la utilidad que uno pueda obtener de gastarlo en algún bien o servicio. Además, como toda droga, cuanto más consumes más adicto te vuelves, aunque la droga consuma tu vida (en el sentido de alejarte de cualquier otra fin para la misma, y por tanto del bienvivir). Así, aunque parezca paradójico, y totalmente contrario a la teoría económica estandar, una persona que ha acumulado un millón de dólares sentirá una avidez mucho mayor por el siguiente millón que la que siente una que ha acumulado cien mil por los siguientes cien mil. Y si en vez de un millón se trata de diez, cien, mil, diez mil, cien mil millones, la avidez será mayor, cuanto más acumules mayor compulsión por acumular. De ello se deducen conclusiones respecto a la política, e incluso respecto al sistema monetario como las que hemos defendido en estas páginas en numerosas ocasiones: el canal financiero debe ser minorizado como forma de crear y distribuir el dinero frente al canal real. Para ello el estado, y no los bancos, debe crear el dinero e introducirlo en la economía mediante el canal del tesoro público, es decir, gastándolo para financiar actividad económica que produzca bienes y servicios reales, de los que se beneficie la ciudadanía.


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Epílogo: En este artículo he comentado las reflexiones que me produce el largometraje El lobo de Wall Street sin valorarlo desde el punto de vista artístico. Me he percatado de una circunstancia que es digna de atención desde el punto de vista sociológico, la película suele gustar a los hombres y desagradar a las mujeres. Al menos dentro de mi limitada experiencia así ha sido. Puede que el ideal de dominación y lucha que subyace a las actitudes de los personajes desagrade a las mujeres. La compulsión por el sexo o las drogas puede provocar sensaciones desagradables, pero la película permite reflexionar y tomar conciencia sobre realidades que posiblemente todos hemos experimentado, en cierto grado: el egocentrismo absoluto e infantil, el ansia de dominio y la creencia absurda, y de nuevo infantil, en la posibilidad de alcanzar la omnipotencia. El tema es muy interesante, se narra según el estilo claramente reconocible de Martin Scorsese, un narrador que coincide con el protagonista y que muestra sus pensamientos al espectador, y el enfoque cómico de las situaciones. Es el estilo de otras grandes películas como Goodfellas (Uno de los nuestros). Que el narrador, como en las novelas, pero no usualmente en el cine, transmita directamente sus pensamientos al espectador me parece muy adecuado para esta película, sin ese elemento se perdería gran parte de la sustancia y la película sería peor. Otro elemento significativo es la ausencia de un juicio moral sobre las actitudes de los protagonistas, lo cual viene condicionado por la narración en primera persona, el narrador no termina arrepintiéndose de su actitud, muy al contrario, en todo caso se siente triste por el paraíso perdido, actitud que es más clara en Goodfellas, pero que aquí también se encuentra presente. Posiblemente yo habría introducido mi sentido moral de forma más clara en la película, y quizás así habría mutilado su valor artístico. No lo sé. No soy un gran cinéfilo, y por tanto mi juicio no es de gran relevancia, pero debo decir que la película me ha impresionado de forma muy favorable, y la considero la mejor, hasta la fecha, del siglo XXI. Juzguen por ustedes mismos.

lunes, 5 de diciembre de 2016

Reflexiones sobre las causas de la libertad y la opresión social

Escrito en 1934 y considerado por su autora, Simone Weil, su obra principal, Reflexiones sobre las causas de la libertad y de la opresión social  es, en nuestra opinión, uno de los ensayos políticos más agudos, complejos y profundos de cuantos se han escrito.

Era Simone una mujer peculiar, que combinaba honestidad y lucidez, reflexiva y a la vez activa, que no rehuyó el compromiso sin perder su independencia ni sumarse a la moda de los tiempos, que era la defensa por parte de las izquierdas y muchos de sus intelectuales del régimen comunista implantado en Rusia. Era, además, una persona coherente, que no se contentó con escribir sobre el movimiento obrero sino que trabajó como proletaria durante un año en diversas fábricas, lo que le hizo comprender el carácter radicalmente opresivo del trabajo fabril, frente a las imágenes que suponían que de ahí iba a venir la liberación de la humanidad. Posteriormente trabajaría como campesina, completando una vida de enorme coherencia.

Se enroló como voluntaria en el Grupo Internacional de la Columna Durruti -compuesto por anarquistas y anarcosindicalistas extranjeros y algunos españoles-, en la guerra civil española, abandonándolo por un accidente al poco tiempo. Su espíritu crítico le hizo denunciar las tropelías y asesinatos llevados a cabo en el bando que apoyó, lo cuál la honra.



En sus últimos años se acercó al cristianismo, al misticismo y a una visión más espiritual de la vida, sin renegar nunca de su pensamiento y actividades anteriores.

Reflexiones es un texto corto pero denso, donde el pensamiento de la autora alcanza cotas muy elevadas en sus análisis sobre las causas últimas de la opresión, que la alejan de los tópicos al uso.

Así, frente a las visiones , sobre todo de Marx pero muy comunes en el socialismo y el pensamiento utópicos del siglo XIX y XX del progreso ilimitado y del desarrollo de las fuerzas productivas que liberadas del sistema capitalista, facilitarían la liberación de los trabajadores, ella mantiene otra mirada.

Para Simone los que se han emancipado son las fuerzas productivas, no los trabajadores, desarrollándose un conflicto o disputa por el control de las fuerzas productivas y un desarrollo tecnológica que no va aparejado a un incremento de la libertad, ni siquiera del bienestar, sino a una mayor opresión. También es crítica con la idea del progreso ilimitado pues, adelantándose a visiones posteriores sostiene que ese progreso tecnológico y económico indefinido dependería de encontrar nuevas fuentes de energía, pues los recursos no son ilimitados, por lo que cada vez será más difícil y costoso encontrarlos, aumentando la espiral del gasto y despilfarro.

La opresión en el mundo contemporáneo está unida a la necesidad de producir más y a la lucha por el poder, lucha sin fin en la que los poderes quieren extender al máximo sus medios de control, sus recursos, sus conquistas, en los que estaría englobada la producción industrial hasta el choque con los límites naturales y la consiguiente contracción y derrumbe.

Esto explicaría que frente al capitalismo de los primeros tiempos, basado en la construcción, en hacer crecer una empresa más rápido que los rivales con los propios recursos, en el ahorro, se ha pasado a intentar hacerse con la mayor parte posible del capital diseminado en la sociedad y de hacerse con el mayor dinero posible vendiendo productos, usando la publicidad y la especulación .Con el crédito, el ahorro es sustituido por los gastos más demenciales; el objetivo final ya no es tanto hacer prosperar un negocio sino controlar el sector más amplio posible de la actividad económica. En una palabra el capitalismo pasa de la construcción, a la destrucción.



Podemos decir que hemos construido una civilización donde todo escapa de nuestras manos, donde los individuos son juguetes de la llamada colectividad y, en última instancia, hemos sido dominados por nuestros objetos, por nuestras creaciones.

Para Simone Weil es necesario, sin embargo, desarrollar una idea de sociedad libre, como límite ideal, aun siendo consciente de que nunca se alcanzará plenamente. Para ella tal sociedad no sería una colectividad de ociosos, con sus necesidades satisfechas, pues en un hipotético sistema de ese tipo los seres humanos serían esclavos de sus pasiones, de sus mentes. No, para ella una sociedad libre sería una sociedad en la que habría que tropezar y vencer obstáculos, y todo a través del pensamiento y el trabajo físico. En pocas palabras un hombre plenamente libre  sería aquel cuyas acciones procedieran en su totalidad de un juicio previo acerca del fin que se propone y de la sucesión de los medios capaces de conducirle a dicho fin.

Aquella sociedad en la que el individuo estuviera en condiciones de comprender lo que hace, es decir donde no existieran monopolios en el ámbito de la ciencia y la tecnología, el armamento, el dinero… sería la más cercana a una idea de vida libre, en la cual el pensamiento individual estuviera vigente el mayor tiempo posible en las diferentes actividades.

Por tanto el objetivo no sería acumular conocimiento, sino hacerlo comprensible. En tal sistema el trabajo manual sería considerado superior, pues permite modificar la materia con el propio esfuerzo y pensamiento; la cooperación superaría la competitividad y la guerra de unos contra otros y cada uno vería en los otros un igual, no un rival. La función de coordinación no implicaría poder, pues habría un control continuo ejercido por cada cual. La coacción exterior sería sustituida por una imposición interior, un deseo de ganar el aprecio de los compañeros y sobre todo de superarse a sí mismo.

Esto, ya decimos, lo propone como ideal de sociedad libre, pero considera necesario estudiar profundamente todos los aspectos de nuestra civilización para encontrar la manera de crear comunidades a escala humana, donde la colectividad esté subordinada al individuo, no en el sentido individualista y egoísta, sino en el sentido que acabamos de explicar, aquel donde las cosas sean comprensibles al pensamiento individual.

Por nuestra parte tenemos que mostrar nuestro total acuerdo con la autora. Su visión del futuro es que el sistema intentará subsistir hasta el límite de sus posibilidades, lo que podemos ver en la situación presente, situación en la que el sueño del progreso infinito está desapareciendo, incluso en muchos de los llamados países emergentes, lo que implica una amenaza a corto plazo de nueva crisis económica mundial.


En nuestras manos está retomar el pensamiento de Simone Weil y atreverse a pensar y estudiar las posibilidades de una vida diferente, antes de que las bombas de una nueva guerra mundial o los cascotes de un derrumbe económico caigan sobre nuestras cabezas.