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martes, 30 de diciembre de 2014

Sobre la simplicidad voluntaria y la sociedad autónoma



En los últimos tiempos estamos observando un incremento de los planteamientos teóricos en defensa de una vida sencilla, también llamada simplicidad voluntaria y el decrecimiento, aunque una idea y otra no tiene por qué coincidir-personalmente nos situaríamos en una postura acrecentista-.

Presentado o pensado como algo moderno, como algo actual , en realidad la idea de una vida sencilla como ideal es muy antigua. Sin salir del mundo occidental y sus tradiciones de pensamiento, todas o casi todas las escuelas filosóficas clásicas, del epicureísmo al estoicismo y el cinismo, con sus diferencias y sus discusiones, coincidían en compartir como ideal de fondo el hombre autárquico, en el sentido de reducir sus necesidades materiales a lo imprescindible, a no dejarse dominar por las pasiones y deseos de gloria, riqueza y bienes materiales. Incluso Epicuro y sus discípulos hacían una defensa de los placeres en su sentido elevado, llevando una vida frugal frente a la idea tópica de ellos, sin ensalzar nunca el desenfreno sexual, la gula o cosas por el estilo. También en el Evangelio, en el cristianismo serio y original, se defienden las mismas concepciones, probablemente por el influjo que las filosofías clásicas originaron en Jesús-o quizás de forma autónoma, nunca se sabrá-, cuando leemos frases como “sed como las aves del cielo”

Por tanto podríamos ver en las ideas actuales de la simplicidad voluntaria un renacer de las ideas de los viejos  maestros de la humanidad, con sus enseñanzas totalmente desoídas en el mundo moderno, mundo centrado en valores contrapuestos, desde los placeres más bajos y banales, hasta la glorificación de la riqueza, la acumulación de propiedades, el amor al poder, el ansia de figurar, la idea de la competitividad, del éxito, de ser reconocido…

Por tanto es evidente que ante la locura contemporánea, se necesita retomar la idea de la vida sencilla, entendiendo como búsqueda de la riqueza inmaterial o espiritual, de la libertad como no sujeción a personas y cosas, el desprendimiento, el esfuerzo, el trabajo en beneficio de la comunidad, la reflexión y participación en la vida democrática…

No obstante es necesario dar al ideal de la simplicidad voluntaria un sentido limitado y adecuado, además de unirlo a un proyecto transformador. Y decimos esto porque tanto la vida, como los propios seres humanos, somos muy complejos. Porque una cosa es no hacer de lo material el centro de todo y otra olvidar , por un lado, que se requiere para una vida digna unas condiciones materiales mínimas indispensables más o menos cubiertas, por otro que los seres humanos son seres que siempre buscarán innovar, desarrollarse, inventar nuevas tecnologías, conocer, en una palabra. Es en estos aspectos que nosotros no creemos en aquellos que unen vida sencilla a ausencia de tecnología, a volver a una especie de arcadia rural.

Siempre querremos saber, por ejemplo, qué es el cosmos, cómo se originó, qué hay en él;  y lo mismo con la materia invisible al ojo humano, qué la constituye, qué hay detrás de todo. Lo mismo es aplicable para otros aspectos de la vida. En este sentido se necesita tecnología compleja, muy desarrollada, cada vez más y más perfeccionada, que nos permita mirar lo macro y lo micro. Y quien quiera poner fin a esta sed de conocimientos, en nombre de una vida sencilla, chocará con la naturaleza humana, y terminará por crear una nueva forma de dictadura, una especie de ecofascismo o ecoleninismo.

Finalmente, la idea de la simplicidad voluntaria, bien entendida, como equilibrio entre lo material y lo inmaterial, creemos debe ir unida a un proyecto transformador de largo aliento. Pues de nada serviría si tal filosofía queda reducida sólo a una forma de vida, sin más implicaciones que un puñado de persona que huyen al campo a buscar otra forma de vivir, aislados del resto-lo que tampoco es condenable y quien sabe si ,inicialmente, sería la única salida-

Los principios de la vida sencilla deben ir indisolublemente unidos a la consecución de una vida democrática en su verdadero sentido, a una vida basada en el autogobierno individual y comunitario. Pues es evidente que la búsqueda de la simplicidad voluntaria se realiza para lograr expandir la libertad individual y colectiva poco a poco en el mayor grado posible.

Pero, y he aquí la contradicción de esta filosofía, la búsqueda del autogobierno o autonomía, o sociedad autónoma, por supuesto incompatible con los valores actuales de correr tras el Dorado de la abundancia material, requiere de una gran complejidad, de complicarnos la existencia.

Pues, para que una verdadera democracia tenga posibilidades de sostenerse se requiere, por supuesto, reducir el tiempo de trabajo, pero no para lograr una vida placentera, un ocio degradado, un reino de jauja de bienestar y felicidad. No, se requiere para que hombres y mujeres puedan tener el suficiente tiempo para formarse, informarse y participar en las decisiones que se tomen en la vida comunitaria.

Es insostenible el autogobierno sin una información libre y transparente, frente a la actual de los medios de manipulación y adoctrinamiento de masas, dirigidos por grandes empresas y al servicio de diversas siglas políticas. Es necesario vencer el conocimiento entendido como visión fragmentaria de las cosas, e intentar tener una visión amplia, lo más extensa posible, para lo cual se necesita una vida entera de formación continuada. Y, finalmente se necesita participar y tomar decisiones con conocimiento de causa.

Por tanto frente a la simplicidad en el mal sentido de nuestras sociedades, consistente en trabajar-si hay suerte de tener empleo-, obedecer, votar cada cierto tiempo y consumir-cada vez menos-, la sociedad de la simplicidad voluntaria, tomada en serio y unida al autogobierno es, en última instancia, la más compleja de todas, pues, al no centrar la calidad de vida en la mera riqueza material, sino en la igual libertad para todos, en no ser oprimidos por nada ni nadie, requiere del esfuerzo continuado, de una lucha por alcanzar una mayor perfección moral, una mayor calidad como personas.


Requiere, por tanto, complicarse la vida frente a la pasividad y el borreguismo de la sociedad de consumo en quiebra actual.


lunes, 22 de diciembre de 2014

Frederick Soddy y el dinero endógeno



Recientemente, la perspectiva post-keynesiana del dinero endógeno cobró mayor relevancia de cara a la opinión pública, merced a un documento del Banco de Inglaterra, en el que entre otras cosas se afirmaba: “En situaciones normales (tradúzcase por: cuando no hay una crisis), el banco central no fija la cantidad de dinero en circulación, ni el dinero del banco central “es multiplicado” en más préstamos y depósitos”.
¿Cuál es la relevancia de esta afirmación? Los despistados ciudadanos poco a poco vamos tomando conciencia de que los bancos crean dinero, en sentido amplio, al realizar sus préstamos. Usualmente se suponía que esto seguía el proceso conocido como “reserva fraccionaria”, es decir, los bancos creaban créditos por importe superior a las reservas de las que disponían ¿Reservas de qué? De dinero bueno, de base monetaria, que crean los bancos centrales, que originalmente era la deuda del Rey, aunque por una lamentable confusión durante un tiempo se confundió con el oro. Los bancos lo que harían sería multiplicar estas reservas un cierto número de veces.

Lo que nos dice el Banco de Inglaterra, sin embargo, es que esto no es así. Los bancos crearían crédito según la demanda del mismo, y el banco central iría detrás, creando reservas para cuadrar las cuentas. El multiplicador monetario es un mito.

Ahora que la economía ortodoxa comienza a reconocer esta verdad, vale la pena recordar a quien primero se percató de ello, que no es otro que Frederick Soddy, premio nobel dequímica en el año 1921. La primera guerra mundial hizo replantearse a Soddy su actividad investigadora ¿Qué sentido tenía si los descubrimientos científicos se usarían para masacrar a seres humanos? Al tratar de hallar la razón por la cual la era científica había dado lugar a tan magro resultado Soddy llegó hasta el sistema monetario. Veámoslo con una cita de su obra Wealth, Virtual Wealth and Debt


Sin duda hay todavía mucha gente, si no la mayoría, que se mostrarían francamente incrédulos al saber que el dinero largamente excede en cantidad el total de moneda nacional que podemos tener, y es creado y destruido por el prestamista con la punta de un lápiz ¡Cuán frecuentemente lee uno en la prensa que los bancos pueden únicamente prestar el dinero de sus depositantes! La mayoría de la gente todavía piensa en lo que el dinero una vez fue, “un instrumento público de propiedad y control estatal”.

Y a una explicación de los ciclos económicos, que anticipaba la Gran Depresión, que llegaría poco después. Según escribió en The Role of Money


1. Un periodo en el que el aumento de dinero (a través de más préstamos bancarios emitidos, en promedio, de los que son repagados) se produce más rápido que el aumento de la riqueza virtual (es decir, la cantidad de dinero que la comunidad sostiene absteniéndose así de adquirir riqueza real) y, por tanto, los precios están subiendo […]

2. A pesar de que todos los demás precios están subiendo, el del oro esta arbitrariamente fijo. Esto, en sí mismo, significa que el oro cae en valor con relación al resto de bienes […]

3. El banquero ahora disminuye la cantidad de dinero en existencia mediante la no renovación de sus préstamos tan rápido como se reembolsan. Estos préstamos, contraídos en un período de aumento de precios, ahora tienen que ser reembolsados en un período de caída de los precios de manera que, a través del cambio en el poder adquisitivo de la moneda y al margen de los intereses pagados por el préstamo, los bienes y los servicios que tienen que ser abonados por los deudores para obtener el dinero para pagar siempre deben ser en promedio superiores a los obtenidos por ellos con el dinero que les prestaron. Antes de que una parte importante de estos préstamos se pueda pagar, se hace imposible obtener el dinero, es decir la venta de bienes, excepto con pérdidas ruinosas para los productores. De ahí que algunos de ellos deben declararse en bancarrota. La garantía del préstamo es vendida por el banco, o bien, si ahora no alcanza la cantidad para pagar la deuda, expropiada por ellos.

Sin embargo, la solución a la que Soddy llegó, es distinta de la que ahora propugnan, mayoritariamente, los teóricos del dinero endógeno. Estos hablan de reducción de deudas privadas, e inyección de dinero a través de gasto público, Soddy de una reforma del sistema monetario. Ambas propuestas pueden ser útiles, yo diría que son las dos mejores que podemos encontrar, pero una es mejor otra, y en nuestra opinión esa es la propuesta de Soddy.

lunes, 15 de diciembre de 2014

Las tendencias de progreso del pasado se están quebrando



Frente a los que alertamos de los graves riesgos que acechan a la humanidad de no dar un giro de ciento ochenta grados en sus patrones de desarrollo, dados los acuciantes problemas que enfrentamos, que como hemos visto son detipo general, y no se limitan al cambio climático o al peak-oil, hay quién mantiene una fe inquebrantable en el progreso. A estos individuos, todavía terriblemente numerosos, a mí me gusta denominarles como panglosianos, en honor al personaje del Dr. Pangloss, de la novela Cándido de Voltaire. Este personaje creía vivir en el mejor de los mundos posibles, lo que le hacía considerar como “bueno” cualquier padecimiento o desgracia, propia o ajena, ya que se trataba de males necesarios para un bien mayor, de tipo general. Las leyes de nuestro universo, según Pangloss, siempre conducían a este bien general a través de pequeños y necesarios males particulares. De la misma forma, los panglosianos gustan de presentarnos el crecimiento económico como única meta deseable y como cura de todos los males sociales (pobreza, exclusión, desigualdad, violencia, enfermedad, etc.), males que misteriosamente no habría que atajar directamente, al contrario, lo que hay que hacer es crecer y gracias a ese mágico remedio los problemas se arreglarán solos.

Así, es común que nos presenten una gráfica como esta, para posteriormente afirmar que nos encontramos en el momento de mayor desarrollo en la historia de la humanidad.
 
Evolución PIB per capita de países selectos. Fuente: La falacia del economista productor

Ante esto no debemos olvidar que el cénit coincide con el punto más alto, y tras él lo que espera es una dolorosa caída. Así le ocurrió a la industria ballenera en el siglo XIX, que vio reducirse dramáticamente su tamaño, a pesar de los altos precios del aceite de ballena, en aquella época la forma más apreciada de iluminarse por las noches.

Producción y precio del aceite de ballena. Fuente: Resource crisis

Y así nos han mostrado los antropólogos e historiadores que les ha ocurrido a las más deslumbrantes civilizaciones del pasado, hecho que el lector puede contrastar en los muy instructivos libros Colapso: por qué algunas sociedades perduran y otras desaparecen de Jared Diamond, Breve historia del progreso de Ronald Wright o The Collapse of complex societies de Joseph Taintier.

Sin embargo, particularmente no me quedo conforme con la idea de que nos encontramos en el cénit de nuestra sociedad, y que a continuación va a comenzar el declive, al menos me gustaría matizar esa afirmación. Herman Daly desarrolló el concepto de crecimiento antieconómico, que define como:

El crecimiento es antieconómico cuando incrementa los costes medioambientales y sociales más de lo que se incrementan los beneficios de la producción.
 
Esos costes sociales podrían ser una mayor desigualdad, y los costes medioambientales el agotamiento de los recursos naturales, o la contaminación. En este punto hay que recordar que la regulación del clima o la polinización, son servicios medioambientales que nos prestan los ecosistemas de forma gratuita, al no tener precio nadie puede pagar por su destrucción. Como insisto siempre, cuando tu sistema económico no valora lo más valioso para el sustento y florecimiento de la vida, tienes un serio problema, incluso puedes tener que terminar comiendo dinero.

Pero estos costes no se contabilizan, e incluso, rizando el rizo, se contabilizan de forma positiva.

Tomamos los costes reales de aumentar el PNB medidos en función de los costes defensivos en que incurrimos, para protegernos a nosotros mismos de los efectos colaterales no deseados de la producción y añadimos esos gastos al PNB en lugar del sustraerlos. Contabilizamos costes reales como beneficios. Esto es hiperfanatismo por el crecimiento.

Veámoslo con un ejemplo. Publicaba hace tres meses El País que una mancha de 5 millones de neumáticos usados se extendía, desde el año 2003, en el municipio de Seseña, ocupando una superficie de 9,8 Hectáreas. Es evidente que la producción y venta de estos neumáticos se habrá contabilizado en el PIB como una partida necesaria para que los distintos vehículos puedan suministrarnos servicios de transporte. Pero a este servicio deberíamos descontarle, entre otros (por ejemplo la emisión de CO2 durante la fabricación), el coste de eliminar el neumático usado, que es un residuo. Si A es el valor del servicio que presta el neumático, y B es el coste de su destrucción, el beneficio de la producción de neumáticos será A-B. Sin embargo, con la metodología del PIB, no sólo no se descuentan los costes, sino que se suman. Así, en el mundo de fantasía del PIB el beneficio social de la producción de neumáticos será A+B, ya que la partida de destrucción también la sumo de forma positiva.

Si este razonamiento es correcto, y lo es, podemos poner en duda que nos encontremos en el cénit de nuestra civilización. Al menos se puede matizar esa tesis, y eso es lo que me gustaría hacer a mí. En mi opinión, y si obviamos los problemas medioambientales que hemos comentado ampliamente en este blog, los países desarrollados se encuentran estancados desde hace cuarenta años, y los países en vías de desarrollo han mejorado levemente. Así, aunque como hemos comentado el PIB no es el mejor indicador, su crecimiento por habitante se ralentiza desde hace sesenta años. Un frenazo que podríamos definir como secular.

Crecimiento del PIB per capita global. Fuente: Elaboración propia con datos de Madison, UNCTAD y World Bank

Este frenazo probablemente ha vuelto a las sociedades más desiguales, si damos por buenas las tesis de Thomas Piketty, que indica que la desigualdad se agudiza cuando el crecimiento es inferior a la tasa de rendimiento del capital.
 
Indice Gini neto para 4 países seleccionados. Cuanto mayor es el índice mayor desigualdad en el ingreso. Fuente: SWIID

Y esto es importante, dado que según han demostrado Kate Pickett y Richard Wilkinson. los ciudadanos de sociedades más igualitarias viven más, disfrutan de mejor salud, tienen menos probabilidades de sufrir enfermedades mentales, obtienen mejores resultados académicos, consumen menos drogas ilegales, tienen menos comportamientos criminales, disfrutan de mayor movilidad social, son más confiados, experimentan menos violencia y tienen menos posibilidades de convertirse en madres adolescentes.

Quizás por esto la percepción subjetiva de felicidad está estancada, o declinando.
 
Porcentaje de personas muy felices en EEUU, en relación con ingreso per capita

Al mismo tiempo se ha producido cierta convergencia entre los países en desarrollo y los países emergentes, que ha permitido a muchas personas abandonar la pobreza extrema, pero dicha convergencia se muestra ficticia si excluimos a China e India del cómputo.

 
Desigualdad entre países ponderada por población.

Lo que explica por qué las migraciones incontroladas hacia Europa y EEUU no remiten. Es preciso también hacer un breve paréntesis para puntualizar como ha sido el desarrollo chino, y cómo ha afectado a la calidad de vida de sus ciudadanos. Al calcular el metabolismo de las sociedades, una nueva herramienta cuyo origen está en la economía ecológica, se puede dividir el tiempo de los ciudadanos entre el que dedican a actividades fisiológicas (comer, dormir, reproducirse), al trabajo y al ocio. En China no hay posibilidad de aumentar el tiempo dedicado al trabajo por sus ciudadanos, dado que el dedicado al ocio es prácticamente nulo, y los niveles de contaminación en las ciudades son tan altos, que inciden de forma muy negativa en la calidad de vida de las personas.

Quizás por ello la tasa de mortalidad global no converge en valores de 0,1 muertes por cada 100 habitantes, valor típico en las sociedades desarrolladas. Al contrario, ha mostrado recientemente una tendencia preocupante a estabilizarse, y quizás comience a subir en breve.

 
Tasa de natalidad y mortalidad (negro) global . Fuente: Turner

Si a los hechos aquí expuestos les sumamos los graves problemas ambientales que sufre nuestra sociedad es difícil opinar que la humanidad progresa, y sin embargo, todavía se trata de una amplia mayoría aquellos que creen en ello ¿usted que cree, querido lector? ¿Es nuestro crecimiento antieconómico? ¿Se están quebrando las tendencias de progreso? ¿Es el crecimiento un genocidio a cámara lenta?


Post data: En breve espero desarrollar en mi blog un artículo más amplio y con más datos sobre la cuestión aquí planteada.

martes, 9 de diciembre de 2014

Cambio climático, peak-oil y mucho más ¿Es disparatada la idea del decrecimiento?


Mientras 11.500 delegados de 195 países deciden en Lima entre evitar un cambio climático peligroso y la exclusión (y parece que está última será nuevamente la elegida, y no precisamente por el éxito de la costosa industria negacionista), la reciente bajada en los precios del petróleo, siembra dudas sobre la viabilidad de la producción de 5 millones de barriles diarios.

Coste de extracción de diversos petróleos. Fuente: La encrucijada sistémica


Pero la producción no es lo importante, sino la energía neta que deja a la sociedad, que depende de la tasa de retorno energético, que muchos estiman está disminuyendo.

Evolución de la energía neta recuperada del petróleo. Fuente: La encrucijada sistémica


Lo que compromete el futuro energético de nuestra sociedad.



Estimación de Gail Tverberg de la energía producida en el futuro. Fuente: La encrucijada sistémica

Pero estos dos problemas, uno, el del cambio climático, minimizado, y el otro, el cénit de producción de petróleo, negado, no son ni mucho menos los únicos grandes retos medioambientales a los que se enfrenta nuestra sociedad en el siglo XXI. Un equipo de veintiocho científicos especializados en el sistema Tierra identifico en 2009 nueve límites, asociados a nueve problemas, que la humanidad debería respetar para que la Tierra permanezca en su estado estable, conocido como Holoceno, que ha permitido al ser humano florecer y desarrollarse durante miles de años.

Límites planetarios. Credit: Azote Images/Stockholm Resilience Centre

De estos nueve límites, uno de ellos el cambio climático, hay tres que en realidad se encuentran estrechamente relacionados y que suponen un problema colosal, que sin embargo goza de nula atención mediática. Se trata del efecto combinado de los cambios en los usos de la tierra, el uso de agua dulce por parte de la humanidad y la pérdida de biodiversidad. Por resumir el problema de forma esquemática, los cambios en los usos del territorio, de bosques a cultivos y a ciudades, así como el incremento en la frecuencia y la intensidad de los incendios, están dejando cada vez menos energía y biomasa para el resto de especies, reduciendo la diversidad biológica, lo que a su pone en peligro los servicios prestados por los ecosistemas. Hay que tener en cuenta que entre esos servicios gratuitos se encuentra la polinización, la producción de biomasa, la purificación de agua y regulación del clima.

Debemos considerar que los cambios en el sistema tierra pueden producirse de forma no lineal, catastrófica, una vez superados ciertos umbrales de alteración en las fuerzas que los gobiernan. Esto implica que pequeñas modificaciones en un parámetro pueden dar lugar a grandes modificaciones en el sistema, incluso irreversibles.


Ejemplos de cambios de este tipo serían las zonas de hipoxia y anoxia en mares y lagos. Pasado cierto umbral de nitratos y fosfatos en el agua, generalmente procedentes de vertidos de la agricultura, se producen un descenso brusco del contenido de oxígeno en el agua y la producción de biomasa cesa incluso por completo.

Uniendo todas estas consideraciones, no es difícil llegar a la conclusión de que una vez superados los límites en el uso de la tierra y el uso del agua, y teniendo en cuenta que el límite de pérdida de biodiversidad ya se ha superado, estamos corriendo un riesgo cada vez mayor de que se desaten cambios que pueden ser muy desagradables ¿Un ejemplo? Sin ánimo de parecer catastrofista, una brusca reducción de la producción de biomasa podría desatar una hambruna antes de lo que pensamos. Con toda seguridad en el marco temporal de nuestra vida, para los que rondamos los cuarenta, y la de nuestros hijos.

Ante tan sombría perspectiva el lector seguramente reclamará soluciones, pero antes de hablar de soluciones tenemos que completar el diagnóstico, y aquí es común hablar de la codicia, del ahorro de costes, de tecnologías contaminantes. Todo esto es cierto, y sin embargo no incide en lo esencial, la escala de nuestra actividad sobre el entorno. Es difícil pensar en una economía de bajas emisiones de CO2 cuando cerca del 90% de la energía que utilizamos proviene de combustibles fósiles ¿no habría que plantearse también el consumir menos energía? De la misma forma, es difícil pensar que nuestra actividad productiva puede desacoplarse de un mayor crecimiento de ciudades y campos de cultivo, y del consumo de recursos hídricos. En un artículo del año 2010 Bradshaw et al mostraban que el mejor indicador del impacto ambiental por habitante de un país era su renta per capita.

Esto no es casualidad, lo que llamamos “producción” es en realidad la extracción y transformación de materias primas, utilizando para ello energía útil, de baja entropía, y generando en el proceso residuos y energía no disponible, de alta entropía.


La tecnología puede ayudar, reduciendo el consumo de materiales, la producción de residuos y el uso de energía, pero no puede eliminarlos por completo. No podemos usar como materias primas nuestros propios residuos (sin gastar más energía útil de la que previamente hemos empleado en el proceso de transformación), las leyes de nuestro universo, y en concreto la segunda ley de la termodinámica nos lo impide.

De esta reflexión surge la idea de una escala óptima de la economía, de mantener nuestra actividad sobre el planeta dentro de un cierto rango, que no tiene que ser estático, sino que puede modificarse con el tiempo, en función de los avances científicos. En una primera etapa, ese impacto debe reducirse, dado que actualmente es mayor de lo que una gestión de riesgos prudente aconseja. Es por ello que se habla de decrecimiento. El decrecimiento es una estrategia o política para mejorar la calidad de vida de las personas. Sí, para mejorarla.

En primer lugar tenemos que considerar que la renta sostenible que es posible obtener anualmente será mayor cuanto mayor sea la calidad y cantidad del capital natural disponible. Si tengo dos pozos de petróleo de gran calidad estoy mejor que si tengo uno (porque he gastado el otro de forma poco responsable, fomentando el transporte privado), y si tengo ecosistemas marinos diversos y productivos estoy mejor que si no los tengo. Frente a la idea del crecimiento, surge la idea de una gestión prudente y científica de los recursos.

En segundo lugar aparece la idea de satisfacer ciertas necesidades humanas, las de la parte superior de la pirámide, de una forma más auténtica.



Estas necesidades en la actualidad están siendo pseudosatisfechas de forma mercantil, por objetos creados por las instituciones dominantes de nuestra sociedad, las empresas. La idea del decrecimiento implica lo que en la jerga económica se denomina un trade-off, una compensación, que en primer lugar permitiría liberar tiempo para la autonomía, y en segundo lugar permitiría enraizar la actividad económica de las personas dentro de un ámbito más cercano, más abarcador, dentro del cual sería más sencillo encontrar sentido.

Por último, simplemente para plantear la posibilidad de decrecer sin que resulte un trauma debemos resolver los problemas que produce en nuestras sociedades industriales la falta de crecimiento. Uno podría pensar que la consecuencia que produce la ausencia de crecimiento es falta de variación, de cambio, en particular en la economía. Ello implicaría que la gente mantiene sus trabajos y sus salarios ¡No hay problema! Sin embargo, sabemos por experiencia que esta idea intuitiva es falsa. Ni siquiera decrecer, tan sólo el estado estacionario, o crecimiento cero, conlleva que las personas pierdan sus empleos o vean reducirse sus salarios. Para solucionar este problema necesitas cambiar como funciona nuestro sistema monetario, y como funciona nuestro mercado de trabajo. Una vez solucionados ambos problemas, podemos decrecer sin miedo a una fractura social.
Lo más negativo del decrecimiento es su nombre, dado que no trasmite nada más allá de un proyecto negativo: en lugar de crecer, decrecer ¿Y para qué? Pues como hemos visto nos ofrece múltiples posibilidades para mejorar la vida de las personas: mayor renta futura como consecuencia de una mejor conservación del capital natural, posibilidades aumentadas de satisfacer de forma coherente las necesidades humanas, y por último, afrontar de forma directa la solución a los problemas sociales, en lugar de hacerlo de forma indirecta, a través del crecimiento. Por todo ello nosotros hablamos de bienvivir, un término que, a pesar de que todavía mantiene cierta indefinición, creemos que captura mejor la esencia de un proyecto que busca mejorar la vida de las personas.

lunes, 1 de diciembre de 2014

Comeremos dinero


Decía a principios de noviembre el diario El País que no volverán las oscuras golondrinas, que casi una cuarta parte de las aves que surcaban los cielos de Europa hace tan sólo 30 años ha desaparecido ¿Cuál es la importancia de este hecho? La cuestión seguramente no será objeto de una gran controversia, se trata tan sólo de uno de los daños colaterales del progreso. La existencia de un menor número de aves seguramente puede ser interpretada por la mayoría como una pérdida de servicios de recreación, turismo, educación, ciencia e identidad cultural. Son cuestiones importantes, pero sin duda secundarias frente al todo relevante: la economía.


Incluso los nuevos partidos políticos que se presentan como alternativa a aquellos que nos han conducido al marasmo de la crisis, parecen albergar pocas dudas al respecto. Preguntado Pablo Iglesias en el programa televisivo Salvados por la conveniencia de continuar o no con el consumismo, en el minuto 19 de la grabación contestó lo siguiente:

 “No podemos lanzar una enmienda a la totalidad, seguramente si tú y yo decimos que el capitalismo es un sistema criminal que nos lleva hacia la destrucción ecológica del mundo tenemos toda la razón, pero mañana hay que dar de comer a la gente, entonces hasta que podamos lanzar esa enmienda a la totalidad y decir que el crecimiento nos lleva a un abismo y es una locura pero de momento tenemos que garantizar el nivel de vida de la gente.”

Pocos pueden estar en contra de un discurso tan sensato, en efecto, nadie afirmaría que no se puede garantizar el nivel de vida de la gente. Pero la cuestión es ¿cómo hacerlo? Y para Iglesias la forma de conseguirlo es a través del crecimiento del consumo, y en general del crecimiento económico. Implícitamente se establece una separación entre la economía y la ecología. Para salvar la economía hay que destruir la ecología, para salvar la ecología hay que destruir la economía ¿Y quién querría destruir la economía? Hay que dar de comer a la gente.

Sin embargo, un examen más atento de la cuestión nos muestra una realidad poblada de aristas:

- Gran parte de los problemas económicos actuales se deben al descenso de la energía neta que la humanidad obtiene de los combustibles fósiles. La energía que obtenemos del petróleo está estancada o declinando ¿acaso no se ha consumido el petróleo que ahora nos falta, el que podíamos obtener con poco esfuerzo y energía, a causa del consumismo del pasado, del crecimiento económico del pasado? ¿No habría sido mejor ahorrarlo para aquello que es realmente crítico para la humanidad?

Energía neta disponible del petróleo. Fuente: El ocaso del petróleo

- Las capturas pesqueras están estancadas y hay un grave riesgo de que declinen bruscamente, debido tanto a la sobrepesca como a la contaminación de los mares, que ha creado las llamadas zonas muertas. Estas zonas muertas han hecho que por ejemplo el mar Báltico sea entre un 30 y un 50% menos productivo de lo que podría ser.

 
Las capturas pesqueras se han estancado. Las capturas marinas (azul) llegaron a su cénit en los años 90

Retornos decrecientes de la pesca. Las capturas por unidad de esfuerzo efectivo descienden.

Algunos caladeros muestran un preocupante declive

- Las pérdidas no aseguradas por eventos climáticos extremos aumentaron drásticamente la pasada década, desde los 5.000 millones a 60.000 – 80.000 millones de dólares al año. Un nuevo estudio estima que ya nos cuesta 1,2 billones de dólares al año, el 1,6% del PIB global, y continúa aumentando exponencialmente.

- La sequía se ha convertido en un virus global, desde Brasil a EEUU, donde por ejemplo se han perdido 2.200 millones de dólares en cultivos. Mientras tanto la destrucción de acuíferos, sobreexplotados, pone en riesgo la disponibilidad de agua dulce.

Podríamos seguir, pero estos ejemplos significativos son suficientes para ilustrar la paradoja ¿Acaso todos esos problemas y pérdidas económicas no han sido causadas por el consumismo del pasado, por el crecimiento económico, por la política que nos propone Pablo Iglesias? Si el crecimiento del pasado es miseria y hambre futura ¿no estaremos, en nuestro intento de dar de comer a la gente, destruyendo lo que debería alimentarnos dentro de veinte, diez, cinco años? Igual que el propietario de un rebaño, que tendría que tratar de mantenerlo constante y vivir de la leche y la carne de algún animal que pueda sacrificar, pero que va mermando poco a poco el número de animales, consumiendo más carne de la que se puede reponer por el nacimiento de nuevos ejemplares, nosotros vamos socavando, con la política del consumismo, la economía del futuro inmediato. Al ver que la leche que podemos obtener va disminuyendo, la solución pasa por aumentar la carne ¿Hasta cuándo cree Pablo Iglesias que podemos seguir adelgazando el rebaño?

Frente a la política del consumismo y el crecimiento, existe la opción de vivir entre dos límites, el techo que nos imponen los recursos y la capacidad de absorber nuestros desechos del planeta Tierra, y un límite inferior o base social, establecida socialmente, por los derechos humanos.

Fuente: Un espacio seguro y justo para la humanidad

Para que un objetivo tan razonable sea posible, la economía no puede continuar guiada solamente por la cuenta de resultados de las empresas, pero no es necesaria ni deseable una completa planificación centralizada. Son necesarios cambios institucionales de los que hemos hablado largamente en este blog, cambios en el sistema monetario, y en el mercado de trabajo, garantizando la inclusión básica universal.

No podemos continuar adelgazando el rebaño, nuestra civilización marcha en rumbo de colisión, y cada segundo es vital para enderezar el timón. Cuanto antes lo hagamos, mayor será la calidad de vida de la que podremos disfrutar en un futuro. No estamos exentos de provocar cambios no lineales en el sistema tierra que pueden ser catastróficos para nuestro futuro, por poner otro ejemplo, los cambios que hemos realizado en el territorio, cambiando ecosistemas naturales por cultivos o ciudades, están desestabilizando todos los ecosistemas, con consecuencias imprevisibles a medio plazo. Una de esas consecuencias podría ser la disminución abrupta de la producción primaria de biomasa, que podría llegar antes de lo esperado. Entre las especies afectadas por los cambios en el territorio se encuentran los polinizadores, que necesitan gran variedad de flores para sobrevivir. La reducción o desaparición de los polinizadores podría llevar a una disminución en la producción de frutos y semillas, o incluso a un colapso demográfico de las plantas.

Arreglar estos problemas no es rentable, dado que como comentábamos en nuestro Programa para una Gran Transformación, los servicios de la naturaleza no tienen precio de mercado, tanto la polinización como un clima benigno y propicio para el desarrollo humano son servicios que nos provee la naturaleza de forma gratuita. Es por ello que cuando son destruidos nadie paga por ello, pero evidentemente no todos nos hemos beneficiado de la misma forma de su destrucción, un ciudadano español medio se ha beneficiado más que el hindú medio, y los accionistas de las grandes petroleras lo han hecho en mayor medida que el ciudadano español medio. Los grandes beneficiados con la destrucción del capital natural (al menos mientras sus consecuencias no alcanzan niveles catastróficos) son los más reacios a alterar el status quo, y personas como Pablo Iglesias, que creemos comparte nuestra pasión por la igualdad del ser humano, no deberían entrar en su juego.

Y es que tal y como nos recordaba Jesús Martín en este artículo, citando un viejo proverbio indígena:

“Sólo cuando el último árbol haya sido cortado, sólo cuando el último río haya sido secado, sólo cuando el último animal haya sido cazado, sólo cuando el último monte haya sido destrozado, nos daremos cuenta de que el dinero no se puede comer”.